No oigo a la muerte cuando está en mi lápiz
Lejos se encuentra de mis intestinos
Mi pelo es lo más íntimo que tengo
La muerte no es la dueña de mi ser

La charla de la muerte a mí me aburre
No tiene nada serio que decirme
No me interesa su lenguaje inculto
Mi alma comprende el árabe eso sí


Y sin embargo murió la semana pasada, en su casa, en un pueblo francés, casi con noventa años. Este poeta, gaditano de origen, eterno exilado («sólo lo extraño me es familiar») es de esos que se leen con la sonrisa puesta. Y supongo que por fin Satán le dirigirá la palabra:


Satán al aparato

¿Quién está al otro lado que no entiendo
su voz tan sorda tan oscura tan
cavernosa que más mi oído tiendo
menos entiendo? ¡Diga! —Soy Satán.

¿Quién dice ser? ¡Repita! No le entiendo.
Habla usted como un trueno un huracán
como un ciclón un torbellino horrendo
y no le entiendo ¡Diga! —Soy Satán.

¿Cómo ha dicho? ¡Por Dios hable más bajo!
¿Con quién hablo? Le escucho Presto oreja
Ahora su voz se aleja se me pierde

—Soy Sa… ¿SA QUÉ?… tan tan ¿TAN QUE? ¡No atajo!
—Digo que soy Satán ¡Su voz se aleja!
Repita se lo ruego ¿quién es? —MERDE

Descanse en paz