José Hierro escribió este soneto sabiamente titulado «vida» dedicándolo a Paula Romero, su recién nacida nieta.
Mi primer contacto con este soneto fue al escucharlo en la voz del poeta a través de la radio. No sé si me habría producido la misma impresión en el caso de haberme enfrentado a su lectura en letras negras sobre fondo blanco. En parte lo que diferencia al poema escrito de, por ejemplo, la letra de una canción (cantada, por supuesto), es, según algunos, que mientras lees el poema sabes, porque lo ves, cuántos versos quedan para que finalice y eso te da una medida de la importancia o peso de cada verso en relación al todo. Y eso importa, claro. Sin embargo, también es cierto que un soneto bien leido va descubriéndose como soneto, de modo que cuando empiezas a oír los tercetos ya vas preparándote para la salida.
Vida
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!»
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!»
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
De José Hierro puedo decir que fue uno de los últimos poetas que todavía tenía en cuenta la musicalidad en los poemas. Y digo «musicalidad»,porque los poetas de hoy, al menos en su mayoría, no saben lo que es. Saborear la música de las palabras. Y eso que José Hierro escribía en el bar que tenía debajo de su casa, hablando al mismo tiempo con el camarero y con la música de fonde de las tragaperras. Adoro a José Hierro.
Un cordial saludo.
Hola Francisco, es cierto, otro habitual de los bares.
Yo también adoro a Hierro, en cierto modo descubrí la poesía gracias a él, o la redescubrí. Musicalidad y hondura. En sus últimos libros libreaba más el verso, a veces solo en apariencia pues conseguía un verso dócil que aparentaba no serlo: «objetivamente, sin vuelo / en el verso, objetivamente» decía él en dos perfectos eneasílabos, y nos lo creíamos. Y así se ponía más hondo si cabe.
Hola Alejo, encantada de leer los elogios que Francisco y tú le dedicáis a mi abuelo. Trasteando por la red me he topado con tu blog y sólo quería comentarte que yo soy Paula Romero y que no acababa de nacer cuando mi abuelo me dedicó el poema; ya tenía yo algunos añitos.
Gracias por seguir mateniendo vivo a José Hierro.
Qué agradable sorpresa, Paula, le agradezco enormemente que traiga luz sobre este punto de la dedicatoria. No sé porque tenía yo este dato erróneo en mi cabeza. Seguramente fuera una idea preconcebida, o malamente inferida del título «vida» y que para mayor inri no investigué. Ya lo he enmendado.
Sepa usted que la envidio por haber podido disfrutar de la cercanía y la atención de la persona que fue su abuelo ¡si ya me emociono (y lloro) con sólo leerle (y oírle)!
Bienvenida a este sitio que queda honrado con su presencia.